Historias

ARQUITECTURA, ARTES PLÁSTICAS Y MÚSICA

 

 

 

 

ARQUITECTURA Y ARTES PLÁSTICAS

El florecimiento del arte musulmán es uno de los fenómenos más rápidos jamás vistos en la Historia. A principios de la Hégira, el arte musulmán no existía.

Nació como resultado de la fusión de los estilos que encontraron los árabes a lo largo de su conquista de los países del Mediterráneo Oriental. Una vez establecido, se extendió con rapidez por todo el inmenso Imperio Califal. La fórmula de este nuevo arte fue modificada y enriquecida por los diversos pueblos que formaron parte de la comunidad islámica, según su talento nativo y las influencias externas a las que estaban sujetos.

De esta forma, los monumentos de El Cairo y Córdoba pueden ser confundidos con los de Samarkanda o los de Delhi. El sobrio balance de los planos y de los volúmenes y la moderación arquitectónica de los monumentos de Alepo y Damasco, son diferentes a la exuberante fantasía de los palacios de Granada y de Sevilla.

La inteligencia abstracta de los hombres del desierto encuentra su expresión en las líneas geométricas  del  arabesco.   Los  azulejos esmaltados y floreados de Ispahan reflejan los sueños poéticos del Irán.

Pero esta diversidad no impide la unidad. El estilo musulmán sobresale de todos los demás. Esta unidad tiene su origen en la unión espiritual de la comunidad islámica y en la particular   sensibilidad creada   por   las enseñanzas del Corán. Es la religión la que ha ayudado a dar al arte musulmán las fuertes características espiritualizadas y abstractas que veremos en él.  Esta influencia se ve especialmente en los conceptos arquitectónicos de los artistas musulmanes y en el diseño arabesco. Es difícil para nosotros juzgar el arte musulmán porque se conservan pocos monumentos de la arquitectura secular. Desgraciadamente no queda ningún resto de los antiguos monumentos de Bagdad, pero si hay un gran número de obras históricas que describen la capital de los abásidas como un milagro de belleza.

Lamentablemente la devastación que los mongoles de Hulagu en el año 1.258, la destruyó totalmente, de modo que hoy es imposible siquiera saber donde estaban situados la mayoría de los palacios. Sólo las descripciones y los inventarios nos pueden evocar el esplendor de los cuentos de «Las mil y una noches». Es probable que tales lujosos refinamientos apenas pareciesen reales si no tuviéramos reflejos de ellos en monumentos tales como la Alhambra y el Alcázar de Sevilla.

Incluso la Alhambra, que es todavía una maravilla para los ojos por su íntima naturaleza, sin duda no podría compararse con otros palacios desaparecidos, aunque nos quedan algunas descripciones de ellos, en la misma España tenemos el ejemplo de «Medina Az-Zahra», que construyó Abdul Rahmán An Nasir en honor de su querida mujer Zahra.

Las mezquitas, el arte sagrado de los musulmanes, nos atestiguan el carácter monumental y el esplendor ornamental del pasado arquitectónico del Islam.

La influencia que ejerció sobre la arquitectura  de las  iglesias  y  castillos medievales es algo indiscutible.

La España medieval aceptó plenamente la mayoría de las tradiciones artísticas de Andalucía, que había estado bajo la directa ocupación de los árabes. La influencia sobre el arte italiano fue considerable, como resultado del asentamiento de los árabes en Sicilia. A Francia llegó por Septimanía. Las obras de Emile Male, una autoridad en esta materia, señala su importancia. Male ha arrojado luz sobre algunas sugestivas analogías entre el arte musulmán y ciertos elementos de la arquitectura románica. Por tanto, ciertas formas muy características del arte musulmán como: el arco de trébol, la cúpula –un dispositivo de adorno especial, como una especie de flor abierta- y mosaicos de estilo orientel, pueden verse en Auvergne, Notre Dame du Port, en Clermont Ferrand. Los mosaicos de estilo musulmán y las cúpulas floridas como las que acabamos de describir, se pueden encontrar en numerosas iglesias de Auvergne. (Emile Male: La Mezquita de Córdoba y las iglesias de Auvergne y Velay; Revista de Arte Antiguo y Moderno, 1.911; y la España Árabe y el Arte Románico, en la Revista de Dos Mundos, del 15 de noviembre de 1.923).

La influencia de la mezquita de Córdoba es evidente en Notre Dame du Puy: «No puede ser pura casualidad que se vea el arco de trébol en la Catedral de Puy junto con e! arco multilobulado, el arco de herradura y el arco de piedra bicolor de la Mezquita de Córdoba. El origen oriental de todas estas formas está afirmado por los caracteres árabes que enmarcan la entrada. La fachada multicolor, el doble arco, que es tan característico de la Mezquita de Córdoba y las pechinas, nos recuerdan a Andalucía (A. Fikry: L’Art roman du Puy et les influences islamiques, París, 1.934).

En la parte general de este artículo, ya tuvimos ocasión de mencionar la influencia musulmana sobre las artes industriales. Es en las «artes menores» donde es mayor esta influencia. Los objetos de lujo hechos por los diestros artesanos del Islam deslumbraron los ojos de los occidentales. Muchos de estos objetos todavía se conservan en los tesoros reales o eclesiásticos.

Las copas y jarros tallados en cristal de roca y las cristalerías esmaltadas en colores brillantes, gozaron de especial popularidad, así como el repujado en cuero, armas, alfombras y tejidos, especialmente las sedas, siendo las más hermosas utilizadas en los vestidos reales y sacerdotales, tales como el manto llevado en la coronación de los emperadores del sacro germánico o la espléndida casulla que puede verse en el Museo de Artes Decorativas de París. (El tejido llamado damasco toma su nombre de la ciudad de Siria de este mismo nombre: Damasco; la muselina debe su nombre a Mosul, baldaquín viene de Bagdad; y el tafetán es un nombre persa).

La influencia musulmana no estuvo en vigor solamente en las artes industriales. Veamos como F. Diez, en su erudita obra sobre el arte musulmán describe la influencia que, según él ejerció en Europa la escultura selyudices de personajes vivos, la gran importancia artística de este adorno turco- islámico, que incorporaba esculturas de personajes vivos en su difusión en el Norte de Europa.

La explicación de este estilo ornamental a finales de la Edad Media, tiene su origen en el desplazamiento de las rutas comerciales del mundo del Sur al Norte como resultado de las migraciones turcas y de su constante avance hacia el Oeste. Una de las rutas comerciales iba desde Asia Menor hacia el Norte, bordeando el Sur de los Urales o bien atravesándolos, después a través de Alemania Oriental y el mar Báltico llegaba hasta Inglaterra. Ciudades comerciales como Hamburgo, Lubeck, Riga y Novgorod, se fundaron durante la segunda mitad del siglo XII. Las ciudades de Vladimir y Sudal, el Este de Moscú, superaron a Kiev en importancia. Las fachadas de las iglesias en estas dos ciudades atestiguan todavía la gran influencia del estilo turco-islámico en Europa (F. Diez Kunst der islamischen volker, Berlín, 1.915).

Debemos señalar también el importante papel del arte musulmán en el desarrollo del arte y de la terminología heráldica. De este modo, el árbol de la vida, ese símbolo tan preciado por el esoterismo oriental y frecuentemente representado en medio de dos animales frente a frente, se puede encontrar en esculturas sobre columnas y en bajos relieves, como por ejemplo en Saint Laurent de Grenobte, Saint Etienne de Beauvais, Saint Brice de Chartres, Notre Dame de la Couture en Le Mans, y en otras muchas iglesias más. El mismo tema se repite con frecuencia en tejidos, en objetos de cristal y marfil, y en los manuscritos ilustrados. En la Biblia de Carlos el Calvo, se encuentran unos leones a cada lado del árbol sagrado. En el Evangelio de Lotario son unos leopardos, una prueba más del origen oriental del motivo que inspiró al artista. En otros lugares se encuentran dos animales frente a frente sin el árbol de la vida: La Trinite en Caen, en la Iglesia de Saint Germain des Pres en París y en otras partes.

Grupos de animales devorándose el uno al otro, animales legendarios como el grifo, pájaro con cabeza humana, y el águila bicéfala, fueron igualmente aportaciones del arte musulmán, así como las estilizadas flores en forma de palma que aparecieron en época carolingia.

Estos, son todos temas muy individualizados y originales,  fáciles  de reconocer. Pero el arte decorativo musulmán consiste esencialmente en un jeroglífico de líneas. Por tanto, es muy difícil decidir si tal o cual combinación fue adoptada en Occidente de una forma más o menos modificada.

Tales aportaciones, sin embargo, han debido de tener lugar, ya que se encuentran temas artísticos románicos claramente inspirados por las inscripciones árabes, hasta tal grado que ha sido posible leer algunos de ellos. Un ejemplo de esto se puede ver en el Voute Chilhac, en el Alto Loira, sobre columnas en Toulouse y en Saint Guillaume le Desert, y en los bajo relieves en el Museo de Lyon. Una de las puertas de la Catedral de Puy está rodeada de un friso con inscripción árabe que dice: «Ma Sha Allah» (lo que Dios quiera). A propósito de estos frisos de inscripción árabe, es curioso señalar que en el Museo Británico de Londres hay una cruz irlandesa del siglo IX, que lleva en el centro las palabras «Bism Illah» (en el nombre de Dios), y que en la sacristía de la Catedral de Milán, en las puertas de San Pedro, regaladas por el Papa Eugenio IV, hay algunas inscripciones árabes alrededor de la cabeza de Cristo y sobre los mantos de San Pedro y San Pablo.

LA MÚSICA

La ortodoxia musulmana es, en un principio, muy reservada en su actitud hacia la música. La liturgia islámica la ignora. La mayoría de los teólogos y los fundadores de las cuatro escuelas de la Ley Musulmana estuvieron francamente contra ella. Sólo las órdenes místicas como la de los Mawlawi (conocidos en Occidente con el nombre de Orden de los Derviches Giradores), los Derkawas (extendidos por todo el Norte de África muy particularmente) y otras órdenes sufíes, dan mucha importancia a la música.

El canto de los poemas místicos y el baile acompañado por instrumentos musicales es una de las bases de sus métodos de realización espiritual. Los sufíes creían que, podían encontrar; en la música el eco eterno de la primera palabra.

Deseaban que la música fuese una ayuda en su vocación de armonizarse con el ritmo cósmico y alcanzar la contemplación de la Realidad Divina.

Los teólogos y los doctores de la Ley temían la fuerza emotiva de la música. Veían en  ella una magia incontrolable, capaz de templar muy sutilmente el corazón del hombre, pero al mismo tiempo suficientemente poderosa para liberar las pasiones más confusas y conducir al hombre a una turbulencia moral.

El rechazo de los defensores de la teología no impidió, sin embargo, el desarrollo de la música en la sociedad musulmana.

Desde principios del Imperio Islámico, la música desempeñó un importante papel en la corte de los Omeyas, en Damasco, así como en la de los Abasidas, en Bagdad.

El Califa Harun AI-Rashid y sus sucesores la protegieron con la misma dedicación que a las ciencias y a las artes.

Desde el Oriente, donde se desarrolló la música, entró en España por el Magreb. Según Averroes fue cultivada en Sevilla con mucha pasión. Los filósofos discutían la estética musical, los efectos de los sonidos sobre el alma humana y su poder de expresión.

La historia ha conservado la memoria de una pléyade entera de cantantes y músicos famosos. Mencionemos sólo como ejemplo el nombre de Abul Hassan Ali Ibn Nafis, llamado Ziriyab, que después de comenzar su carrera en Bagdad la continuó con excepcional brillantez en la corte de Abd Ur Rahman II en Córdoba.

“Demostró ser un genio innovador en la música», dice Levi-Provencal. «Creó un Conservatorio donde la música andaluza, al principio fue muy similar a la de la Escuela Oriental, desarrolló su propia originalidad cuya tradición todavía sigue viva en todos los lugares del Occidente musulmán.(E. Levi-Provencal: La civilización árabe en España, París, 1.948).

En cuanto a la teoría, uno de los primeros escritores musulmanes que prestó su atención a la teoría de la música, fue el ilustre filósofo Al-Farabi. A él le debemos el Kitab AI-Musiki (Manual de la Música). El autor, cuyo interés por la música procedía de su afán por las matemáticas y la física, fue el primero en dar una explicación científica del sonido y en elaborar las reglas para la construcción de los instrumentos musicales.

«Partiendo de la escala Sino-Iraní, los árabes estudiaron y establecieron la escala natural. Progresaron mucho en la técnica instrumental y en los variados instrumentos que existían, el rabel, que tocaron los trovadores, la guitarra, el laúd, el tambor, la pandereta y las castañuelas. Ellos construyeron los primeros prototipos del piano y del órgano modernos. Todos estos instrumentos fueron introducidos en Iberia y en Europa Occidental por los musulmanes». (J.C. Riesler: La civilización árabe. París, 1.955).

 

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