RUTAS DE PENETRACIÓN ISLÁMICA
El contacto entre las dos civilizaciones, cristiana y musulmana, se había establecido por rutas normales y bien determinadas. El comercio y las peregrinaciones desempeñaron el principal papel en este contacto.
El tráfico por mar y tierra entre Oriente y Occidente ya estaba floreciendo antes del siglo XI. La civilización islámica entró en Europa por España, Sicilia y el Sur de Francia, que estaban bajo el dominio directo de los musulmanes (Fauriel: Historia de la poesía provenzal, París 1.846).
Hacia la mitad del siglo IX, la civilización musulmana ya predominaba en España. Los españoles de aquellos tiempos consideraban la lengua árabe cómo el único medio para la ciencia y la literatura. Su importancia fue tal, que las autoridades eclesiásticas se vieron obligadas a traducir el conjunto de cánones empleados en las iglesias españolas a la lengua romance, predecesora del español moderno, puesto que los dos idiomas estaban en uso corriente en toda la España musulmana. La España cristiana reconoció la superioridad de los musulmanes. Aproximadamente en el año 830, Alfonso el Grande, rey de Asturias, pidió a los doctos musulmanes que actuaran como maestros de su hijo y heredero. Los dos monarcas, Alfonso VI, conquistador de Toledo, que se casó con la hija del rey musulmán de Sevilla, y Alfonso X el Sabio, contribuyeron mucho al acercamiento de las relaciones intelectuales entre cristianos y musulmanes.
Con la fundación de la famosa escuela de traductores de Toledo, en el año 1.130, por parte de Alfonso VII, vemos el equivalente español de la Casa del Saber de Bagdad. Gracias a la labor de los traductores de Toledo y de sus colegas de Burgos, Sicilia y Napoles, los doctos europeos tuvieron acceso a las traducciones latinas de los trabajos de astrónomos, matemáticos, filósofos, médicos, químicos y botánicos árabes, ya que hasta finales del siglo XIII no se empezaron a realizar traducciones de los textos originales griegos.
La fama científica de los musulmanes se extendió por todas partes y atrajo a la élite intelectual del mundo Occidental hacia Andalucía, Sicilia e Italia meridional. Por ejemplo, uno de los hombres más notable del siglo X, Gelbert d’Aurillac, que llegó a ser el primer Papa francés con el nombre de Sivestre II, pasó tres años en Toledo entre los sabios musulmanes, estudiando matemáticas, astronomía, química y otras materias. Varios prelados y eruditos franceses, ingleses, alemanes e italianos estudiaron en las Universidades de la España musulmana durante largas temporadas.
Gerard de Cremona, que tradujo la física de Aristóteles de los textos árabes, Campanus de Navarra, Abelard de Bath, Albert y Daniel de Morley, Michel Scot, Hermann el Dálmata, y muchos otros, deben su enseñanza básica a los sarracenos.
En cuanto a Francia, su proximidad con España fue obviamente un factor importante en la influencia de la civilización musulmana sobre el Sur de aquel país. Pero más importante aún fue la ocupación directa de Septimania por los musulmanes durante más de medio siglo, es decir, la amplia región que abarcaba desde el Mediterráneo y Cevennes a los Pirineos y el Ródano.
«A la ocupación árabe de la zona, escribe Fauriel, se atribuye la introducción en el Sur de Francia de diversas industrias, así como de ciertas máquinas empleadas para extraer agua de los pozos para regar campos y jardines, todas ellas de origen árabe».
La expulsión de los árabes no significó la terminación de su influencia. Las relaciones entre Francia y los musulmanes continuaron y, como observa Reinaud juiciosamente, «sus efectos en general debieron ser más profundos ya que, a diferencia de las relaciones anteriores, se basaban en lazos de amistad y comercio».
Sería injusto no mencionar aquí el importante papel desempeñado por los judíos españoles y aquitanos como intermediarios entre la civilización islámica y la cultura cristiana. La influencia teológica de los árabes, tan profunda en toda la teología escolástica de la Edad Media, procedió principalmente de las traducciones hebreas. Además, hay que tener en cuenta lo que debe el judaísmo a la civilización árabe. Ernest Renán llega a decir que: «toda la cultura literaria de los judíos en la Edad Media es solamente un reflejo de la cultura musulmana, que es más parecida a su propia naturaleza que la civilización cristiana» (Ernest Renán: «Averroes y el Averroísmo». París, 1.886); Recientemente, el profesor Massignon nos recordaba que la primera gramática hebrea fue recopilada por Yehuda ben Qoraish de la gramática árabe (L. Massignon: «Lo que es la tierra santa para las comunidades humanas que exigen justicia», en los Cahiers du Monde Nouveau, junio-julio 1.948).
Incluso ahora, en Palestina, la lengua hebrea se enseña de una gramática basada en la gramática árabe.
La Edad Media vio el nacimiento de toda una literatura teológica y filosófica escrita en árabe por judíos. Sólo necesitamos citar los nombres de algunos filósofos y escritores tan representativos del judaísmo como Maimónides, Sa’adia Fayyumi, Yehuda Halevy, Yahya ibn Paquda, Ibn Gabirol… y otros muchos.
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