Mujeres

Diane Charles Breslin, ex católica, Estados Unidos (parte 3 de 3)


Mi viaje hacia el Islam

Me llevó tres años completos de investigación y estudio del Corán antes de estar lista para anunciar que quería ser musulmana.  Desde luego, tuve miedo de los cambios en la vestimenta y los hábitos, como salir en citas y beber, a los cuales estaba acostumbrada.  La música y el baile eran una parte importante de mi vida, y las bikinis y las minifaldas eran normales. Mientras tanto, no había tenido oportunidad de encontrarme con ningún musulmán, pues no había ninguno en mi zona, aparte de algunos inmigrantes que apenas hablaban inglés y que se encontraban a una hora de auto en la única mezquita que tenía el estado en ese entonces.  Cuando iba allí a la oración de los viernes a probar y ver lo que estaba pensando adoptar, recibía miradas furtivas quizás porque pensaban que era una espía, como es el caso en la mayoría de las reuniones islámicas.  No había ni un solo musulmán estadounidense dispuesto a ayudarme y, como dije antes, los inmigrantes eran algo fríos, por decirlo en palabras suaves.

En medio de esta etapa de mi vida, mi padre murió de cáncer. Yo estaba junto a su cama y vi literalmente cuando el ángel de la muerte se llevó su alma.  El miedo se había apoderado de él cuando le comenzaron a caer lágrimas por las mejillas.  Una vida de lujos, yates, fiestas, coches costosos… tanto para él como para mamá, resultado de los intereses de su fortuna, todo eso se había acabado.

Sentí un deseo súbito de entrar rápidamente al Islam, mientras tuviera tiempo, y cambiar mis hábitos y no seguir buscando ciegamente lo que me habían hecho creer que era la buena vida.  Poco después llegué a Egipto, y participé de un lento y largo viaje a través del milagro de la lengua árabe y el descubrimiento de la clara verdad – Dios es Único, Eterno; nunca engendró ni fue engendrado y no existe nada como Él.

También me atrajo mucho a esa religión la igualdad entre los seres humanos.  El Profeta Muhammad ( la paz y las bendiciones sean con él ) decía que las personas son como los dientes de un peine – todos iguales, los mejores son los más piadosos.  En el Corán, nos dicen que los mejores son los más piadosos.  La piedad implica tener amor y temor devocional solamente de Dios.  Pero antes de lograr realmente ese estado, uno debe aprender quién es Dios.  Y conocer a Dios es amarlo. Comencé a aprender árabe para leer la palabra de Al-lah en árabe tal como fue revelada.

El aprendizaje del Corán cambió todos los aspectos de mi vida.  Ya no tengo deseos de tener lujos mundanos; ni autos, ni ropa, ni viajes que me lleven a caer en las garras de los deseos vanos en que me hallaba antes.  Disfruto una buena vida como creyente, pero como dicen… la materia ya no está inmersa en el corazón… solo al alcance de la mano.  No temo perder a mis amigos o familiares – si Dios escoge acercarlos a mí, pues que así sea, pero sé que Dios me da exactamente lo que necesito, ni más, ni menos.  Ya no estoy ansiosa ni triste, ni tampoco me lamento por lo que me ha ocurrido, porque estoy segura al cuidado de Dios – EL ÚNICO a quien siempre conocí pero de Quien no sabía su nombre.


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