DESCRIPCION DEL PROFETA MUHAMMAD
El carácter del Profeta:
El mensajero de Dios era una de las personas de carácter más amplio y de más bellas virtudes. Tenía la mejor apariencia; no era alto ni bajo, era de hombros anchos, de pelo muy negro…
Vestimenta del Profeta:
El Profeta no se limitaba a un solo tipo de vestimenta; generalmente vestía lo que tenía a mano, capas, pantalones, túnica, jubones y turbantes; pero lo que más le gustaba era la túnica (qamis) hasta encima de los tobillos. El turbante lo vestía a veces sobre un gorrito (Qalansua) y a veces directamente.
Su lecho era de relleno de hojas de palmera. Tenía una estera trenzada que a veces doblaba en dos y otras veces no. Solía decir: “¿Qué tengo yo que ver con lo terrenal? Soy en este mundo como un viajero que se cobija a la sombra de un árbol y luego se va y lo deja atrás”.
La comida del Profeta y su bebida:
El Profeta era la persona más sobria en su comida y bebida también.
Si encontraba comida comía y agradecía, si no hallaba alababa a Dios y tenía paciencia.
Nunca comió hasta quedar satisfecho por más de tres días seguidos. Si se le ofrecía comida preguntaba: “¿es regalo o limosna?” Si le respondían que era limosna no comía, les decía a sus discípulos: “coman ustedes”. Si le decían que era un regalo comía el nombre de Dios.
Solía lavarse las manos antes y después de comer. Nunca desmereció ninguna comida. Comía en el suelo; pronunciaba el nombre de Dios (bismil-lah) y comía con su mano derecha de lo que tenía enfrente. No comía ni bebía de pie. Al beber pronunciaba la basmala [1] y nunca bebía de un sorbo sino que bebía en tres sorbos respirando entre ellos fuera del recipiente.
Le gustaban los dulces.
Comportamiento del Profeta:
El Profeta promovía los buenos modales; solía decir: “los que se sienten más cerca de mí en el día de la resurrección serán los de mejores modales”.
El Sagrado Corán rindió testimonio de que el Profeta era el mejor ejemplo para los modales nobles: Dios le dijo: “ciertamente que tú tienes un gran comportamiento” y dijo el mensajero de Dios: “por cierto que fui mandado para completar los buenos modales.”
Era la persona de mejores modales. Aisha fue preguntada acerca de los modales del Profeta Muhammad; respondió: “sus modales eran los del Corán”.
Era más pudoroso que una doncella y solía decir: “el pudor es parte de la fe”. Una muestra de ello es que se alejaba para hacer sus necesidades hasta quedar oculto de la gente.
Otra muestra de su buen comportamiento era que cuando llegaba a la puerta de alguien nunca se paraba en frente de esta sino que se quedaba a un lado para no ver a los que estaban adentro; siempre llegaba de un lado y decía antes “as Salám alaikum”[2].
Era muy tolerante pues era el más paciente con la gente maleducada y grosera cuando lo ofendían de palabra o acción, siempre respondía con una buena acción a la ofensa. Nunca tomó venganzas personales sólo lo hacía cuando eran los límites de Dios los transgredidos.
Su regla al tratar con la gente era la palabra de Dios: “No se equipara obrar el bien y obrar el mal. Si eres maltratado responde con una buena actitud [sabiendo disculpar], y entonces verás que con aquel con quien tenías una enemistad, se convertirá en tu amigo ferviente”.[3]Era de lo más paciente, tolerante y generoso. Un beduino llegó y lo jaló de su capa con fuerza, luego le dijo: “¡Dame de los bienes de Dios que tienes!” El Profeta se rió y le dio pues nunca rechazaba al que pedía.
La costumbre más odiosa para él era la mentira.
Le gustaba hacer las cosas empezando por la derecha, siempre que Dios le daba a elegir entre dos cosas el escogía lo más sencillo siempre que no sea una falta.
Cuando se trataba del pecado era la persona que más se alejaba y le decía a sus discípulos: “den buenas nuevas y no atemoricen a la gente, faciliten y no dificulten”.
Era muy humilde siempre se sentaba donde empezaba la gente a sentarse, aunque le tocase quedarse atrás. Siempre saludaba él primero. Cuando le venían visitas, gente libre, esclavos, esclavas o pobres se levantaba para solucionar su problema y les acompañaba por el camino. Si alguien lo tomaba de la mano sostenía el saludo hasta que el otro lo soltaba.
Visitaba a la gente enferma y asistía a los funerales de los musulmanes. Solía preocuparse por sus discípulos y oír su opinión hasta que cada uno de ellos pensaba que era el más querido por el Profeta.
Solía saludar a los niños y conversar con ellos; hacía bromas con ellos y cargaba a los más pequeños y los mimaba. Una vez estaba el mensajero de Dios besando a sus nietos Al Hasan y Al Husain y fue visto por un beduino que le preguntó sorprendido: “¿ustedes besan a sus niños?” El Profeta le respondió: “si”. El beduino dijo: “nosotros, en cambio, nunca lo hacemos”. El Profeta le dijo entonces: “al que no es misericordioso no se le tendrá misericordia”. Solía decir: “sean misericordiosos con los de la tierra y El que está en el cielo lo será con ustedes”.
Nunca golpeó a una mujer ni a un sirviente. Era la persona que más evitaba enojarse y la más rápida en complacerse. Era el más considerado con la gente, el más útil y benefactor.
Solía lavar los recipientes para que beba un gato y decía: “una mujer entró al infierno por un gato. Lo encerró sin darle de comer ni soltarlo para que cace los bichos del suelo”.
Mantenía las relaciones familiares y aconsejaba a todos hacerlo. Trataba bien a su vecino y ordenaba el buen trato para con el vecino. Respondía a las invitaciones siempre que no incluyan algo ilícito, y aceptaba los regalos.
Ordenaba que se afilen bien los cuchillos y se ponga cómodo al animal a ser degollado, sin torturarlo. Mandaba ser clemente con las bestias y no cargarlas con más de sus posibilidades.
Dios atestiguó en el Sagrado Corán que Muhammad fue enviado como clemencia para los mundos. “Y no te enviamos [¡Oh, Muhammad!] si no como misericordia para los mundos”.[4] El Profeta mismo dijo: “por cierto que he sido mandado como clemencia y no como castigo”.
Era el mejor ejemplo en todo: hasta en su casa con su familia. Siempre fue tierno y clemente con ellos; los mimaba y bromeaba con ellos. Hizo carreras con su esposa y ella le ganó luego ella lo desafió a correr y el le ganó, luego le dijo “esta va por aquella”, otra vez, solía decir: “el mejor entre ustedes es el mejor con su familia y yo soy el mejor con mi familia”.
Le gustaba mucho usar perfume y cepillarse los dientes. Era tan humilde que el mismo se zurcía la ropa y remendaba su calzado.
Anas Ibn Malek dijo: “serví al mensajero de Dios por diez años; nunca dijo: ¡uf! Y nunca dijo por nada ¡por qué no lo hiciste así lo hubieras hecho así!”
El mensajero de Dios nunca fue grosero ni brusco era suave y majestuoso. Temía mucho a Dios y le pedía perdón más de setenta veces al día. Solía decir: “soy el que más conoce a Dios entre ustedes y soy el que más temor le tiene entre ustedes”. Y decía también: “si supieran lo que yo sé reirían poco y llorarían mucho”. Rara vez iba más allá de una sonrisa y cuando reía no lo hacía a carcajadas.
Su placer más querido era el rezo se sentía complacido y reconfortado. A veces mandaba a Bilal llamar para el rezo diciendo: “¡confórtanos con el rezo Bilal!”
Era un hombre fuerte físicamente y de carácter valiente. Sus campañas militares así lo muestran; como vimos era un gran combatiente sin ser prepotente. Sus discípulos, cuando arreciaba el combate, se apoyaban y escudaban en él. Solía decir: “enseñen a sus hijos la natación, el lanzamiento de flechas y la equitación”. También decía: “el creyente fuerte es mejor y más querido por Dios que el débil y en ambos hay bien.”
Nuestro deber para con él es creer en su mensaje y su deber para con nosotros fue explicarnos y comunicarnos la fe en Dios y eso mismo ha hecho: comunicó el mensaje y cumplió con la misión que se le encomendó. Aconsejó a su gente y combatió esforzadamente por la causa de Dios.
Adoró a Dios hasta que le llegó la certeza de la muerte.
Que la paz de Dios sea con él, con su familia y con sus discípulos todos.
Nuestro último ruego será la alabanza a Dios, Señor del universo. ¡Señor concédenos querer al Profeta y concédenos su intercesión el Día del Juicio!