Con un trapo en la cabeza
Cuando uno recupera la decencia, empieza a ver las cosas de manera distinta. Por ejemplo: lo que antes era un vestido bonito en tu armario, de repente se convierte en una camisa larga, y surge la pregunta: “¿Cómo es que yo me ponía esto sin nada debajo?”
Esta nueva visión de las cosas no es algo premeditado, es parte de un proceso, como cuando el cabello crece: no se siente, pero se ven los resultados. Es una trasformación que vive la musulmana en medio de su reversión, natural y en ocasiones fácil. También es una de las que tiene más repercusiones sociales: el vestuario, el maquillaje, los accesorios, la forma de comportarse… Todo se trasforma en una actitud de modestia que en ocasiones choca con lo que la gente está acostumbrada, sólo porque un buen día sientes que ya no necesitas licras ajustadas o escotes amplios para ser mujer. Algo dentro de ti cambia y tus muslos, busto, cintura, tu cuerpo en general deja de ser una pieza en exhibición para convertirse en parte integral de lo que eres, y ante todo, una parte respetable. Dejas de creer que “la que no muestra no vende” para preguntarte: “¿Acaso estoy en ventaí”
En medio de ese proceso está el Hiyab, que puede ser usado todo el tiempo o sólo en algunos momentos, pero que representa una actitud frente a la vida y la exteriorización de un sentimiento interno y profundo: revela un proceso que se está viviendo o que ya culminó en la vida de la creyente.
En Egipto, una de las primeras cosas que noté fue la apariencia femenina: si bien muchas mujeres usan Hiyab (Al Hamdulil-lah), hay otras que tienen un bonito trapo en la cabeza. Y he visto trapos de colores, con letricas, con adornos, grandes, pequeños, pañuelos, moñitas y un sinfín de cositas. Aquí he sentido la diferencia entre usar Hiyab y taparse el pelo con tela.
Cuando llegué me advirtieron que no podía salir a la calle sin Hiyab, pero no me dieron una razón islámica, no me hablaron de la sumisión a la voluntad Divina, ni del recato, ni del decoro, que es lo que nos manda Al-lah:
“Y diles a las creyentes que recaten sus miradas, se abstengan de cometer obscenidades, no muestren de sus adornos más de lo que está a simple vista…” (La Luz: 31).
En su lugar, me explicaron que aquí los hombres tratan a las mujeres sin velo como si fueran prostitutas, así que para evitar inconvenientes en el trato (sobre todo teniendo en cuenta mi apariencia extranjera) es mejor que me cubra.
Esta recomendación (que me hicieron con la mejor intención) me llevó a reflexionar acerca del velo en este país, y es que aquí su uso es más tradicional que vocacional. Quiero decir: algunas mujeres (no todas, Al Hamdulil-lah) no usan Hiyab sino que se ponen un trapo en la cabeza, porque así lo impone su tradición, la costumbre del país, porque es una exigencia paterna, porque deben camuflarse en la sociedad o de lo contrario las miran como bichos raros… Pero definitivamente, el hecho de que lleven tela cubriendo el cabello no hace que tengan recato ni modestia. He visto a mujeres llevando un trapo en la cabeza pero luciendo uno de esos vestidos respecto a los cuales el recato grita que son camisas, o pantalones a los que la decencia clasifica como medias veladas.
En medio de este panorama, recordé a mis hermanas en Latinoamérica que viven una situación contraria: allá cubrirse es el inconveniente. Muchas usan Hiyab permanentemente y por eso enfrentan graves problemas: pierden el trabajo, pelean con sus familiares, confrontan compañeros de estudio, son rechazadas por sus propios padres, etc., todo porque tienen una verdadera necesidad de adorar a Al-lah y someterse a Su voluntad.
Conozco hermanas que hicieron la Shahada y al otro día Al-lah les dio la fortaleza para usar Hiyab siempre, otras que apenas están recorriendo el camino para encontrar esa fortaleza y respuesta a muchas preguntas en sus vidas diarias, otras que llevan algún tiempo en el Islam y en su camino encuentran que por diferentes motivos, todavía no pueden usar Hiyab de manera permanente y prefieren tomar siempre una actitud de modestia, aun cuando no cubran su cabello. Estas hermanas no sólo enfrentan su propio proceso, sino la crítica de muchos que las señalan como personas faltas de fe, mujeres que no deberían estar en el Islam, las desacreditan y les lanzan acusaciones graves que ellas deben sobrellevar con paciencia y tranquilidad.
Todas debemos vivir nuestros caminos y tomar decisiones. Todas son actitudes, puntos de vista y decisiones diferentes. Cada cual tiene sus razones y es algo que debemos recordar, no sólo para las hermanas sino también para los hermanos, porque en ocasiones se olvidan de que sólo Al-lah es Quien juzga las acciones y las intenciones de nuestro corazón:
“‘Abdullah Ibnu Utbah Ibnu Masud, que Al-lah esté complacido con él, narró que escuchó a Omar Ibn Al Jattab, que Al-lah esté complacido con él, decir: “En vida del Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, la revelación describía el estado de la gente. Ahora, desde que la revelación ha terminado, nosotros consideraremos a las personas según sus acciones visibles. A quien se muestra bueno lo tomamos como tal, lo aceptamos, no indagamos acerca de sus intenciones ocultas o sus motivos; Al-lah juzgará sus intenciones ocultas y lo llamará a declarar. A quien exhibe o muestra algo malo, no lo aceptamos y no le creemos, aunque afirme que su intención es buena” [Bujari].
Abu ‘Abdul-lah Tariq Ibnu Ushaim, que Al-lah esté complacido con él, dijo: “Escuché al Mensajero de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, decir: ‘Quien afirma que no existe divinidad salvo Al-lah y rechaza todo lo que se adora fuera de Al-lah, ha asegurado su vida y sus bienes, y su juicio le corresponde a Al-lah’.” [Muslim]
El punto es que el Hiyab no sólo es una tela sobre el pelo sino muchísimo más, representa decoro y sumisión, y en el caso de las hermanas revertidas, también es el símbolo de un proceso interior, un camino recorrido. Por eso es importante entender la diferencia entre tener un pañuelo en la cabeza y un Hiyab.
En mi opinión, el verdadero Hiyab consiste más en una actitud frente a la vida que en los metros de tela que se tengan en la cabeza. En ocasiones he visto a unas mujeres vestidas con recato y moderación sin llevar un centímetro de tela en su cabello, que proyectan una actitud musulmana; otras que llevan el Hiyab correcto: sobre el cabello y dentro de su corazón; y otras que aunque no se les vea el cabello, su actitud no corresponde a un Hiyab.
Recordemos que Al-lah lo ha dicho en el sagrado Corán:
«Os hemos proporcionado (dos clases de vestidos). Uno (el convencional) es para el recato de vuestra desnudez y para lucimiento. Pero el otro, el más efectivo, es el de sentir la permanente presencia de Dios con vosotros, es el más útil y trascendental ropaje.» (El muro divisorio: 26)
De nada sirve que nos cubramos con tela si sentimos que eso es tan sólo un disfraz para eventos sociales. El Hiyab debe estar primero en el corazón y en la actitud, luego en la cabeza, cubriendo el aura de la mujer y no sus ideas u opiniones.
El cambio que enfrenta una mujer musulmana en nuestra sociedad es fuerte y profundo, y el Velo es parte integral de este. El camino para usarlo puede ser largo y maratónico o una carrera de velocidad. Sea cual sea, no vale la pena esperar a venir a un país de medio oriente para usar el Hiyab, porque el Velo es mucho más que tela en la cabeza: es actitud, reflexión, moderación, recato, una cantidad de cosas que van más allá de la tela pero que definitivamente se reflejan en esta.
Y Al-lah y Su Mensajero saben más.