Visitar a los enfermos (parte 1 de 2)
El Islam invita a todo lo que es bueno y advierte contra todo lo que es malo. Entre aquellos actos buenos y virtuosos se encuentra el visitar a los enfermos y afligidos. Cuando la gente se visita unos a otros en la buena salud, los lazos de amistad y hermandad se estrechan. ¿Y qué cuando la gente se visita en momentos de enfermedad y cuando la salud falla o se es pobre? Ilustrando la empatía que los musulmanes deben mostrar por los demás, el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él), dijo:
“Los creyentes son en su amor y misericordia mutuos es como un cuerpo viviente: si una parte siente dolor, todo el cuerpo sufre de insomnio y fiebre”[1].
Visitar a los enfermos está entre las señales más claras del amor, misericordia y empatía mutuos. Más que eso, visitar a los enfermos es una gran responsabilidad que todo musulmán tiene el deber de cumplir. El Profeta Muhammad dijo:
“Los derechos de un musulmán sobre otro musulmán son seis… Cuando te encuentras con alguien, lo saludas con el salam (decir: as-salamu alaikum); cuando te invita, aceptas su invitación; cuando te consulta sobre un asunto, le das un consejo sincero; cuando estornuda y alaba a Dios, le pides a Dios que tenga misericordia de él; cuando está enfermo lo visitas, y cuando se muere lo acompañas (en su funeral)”[2].
En esta narración profética, vemos que el musulmán es animado a preocuparse por su hermano en el Islam durante las tres fases de su existencia terrenal: su salud, su enfermedad y su muerte.
Mientras esté con buena salud, el musulmán está obligado a saludar a su hermano en la fe con el saludo de paz y protección, a aceptar sus invitaciones y a darle un consejo sincero.
Luego, cuando el musulmán está sufriendo un resfriado, una alergia o cualquier otra cosa que lo haga estornudar, su hermano en el Islam está obligado a pedirle misericordia a Dios por él. Del mismo modo, cuando la enfermedad del musulmán es tal que está incapacitado, su hermano en el Islam está obligado a visitarlo.
Finalmente, cuando el musulmán deja esta vida, su hermano en la fe está obligado a acompañarlo en su funeral, oración fúnebre y entierro.
La gran recompensa que espera a quienes visitan al enfermo, fue pronunciada por el Profeta cuando explicó:
“Cuando un musulmán visita a su hermano enfermo, es como si estuviera cosechando frutos en el Paraíso, hasta que vuelva a su casa”[3].
Y el Mensajero de Dios, el Misericordioso, también dijo:
“Un visitante que camina a visitar a una persona enferma estará caminando en la misericordia de Dios. Cuando el visitante se sienta con el enfermo, se verá inmerso en la misericordia de Dios hasta que regrese”[4].
Dios mismo explicó la importancia y la enorme recompensa de visitar a los enfermos. El Profeta dijo:
“El Día de la Resurrección, Dios el Poderoso y Majestuoso dirá: ‘¡Oh, hijo de Adán! Me enfermé y no me visitaste’ La persona dirá: ‘¡Oh, Señor!, ¿cómo podía visitarte si eres el Señor de todo lo que existe?’ Dios dirá: ‘¿No sabías que mi siervo fulano se enfermó y no lo visitaste? ¿No sabías que si lo visitabas, me habrías encontrado con él?’” (Sahih Muslim)
Como con todas las demás acciones virtuosas y los deberes nobles, el Profeta Muhammad dio el ejemplo. Él se tomó el tiempo de visitar personalmente a los enfermos, y también preguntó por ellos a través de otros.
Mientras estaba en La Meca, por ejemplo, una mujer pagana se dedicó a tirar basura sobre el Profeta cada vez que pasaba frente a la casa de ella. Un día, la ausencia notable de la persona que abusaba del Profeta le preocupó tanto que preguntó por ella. Cuando se enteró que estaba enferma, la visitó. Ella se sorprendió tanto por su misericordiosa preocupación que abrazó el Islam.
“No se equipara obrar el bien y obrar el mal. Si eres maltratado responde con una buena actitud [sabiendo disculpar], y entonces verás que aquel con quien tenías una enemistad se convertirá en tu amigo ferviente”. (Corán 41:34)
El Compañero erudito Anas bin Malik, relató también el siguiente episodio de la vida del último Profeta de Dios para la humanidad:
“Un joven judío que servía al Profeta cayó enfermo, así que el Profeta dijo: ‘Vamos a visitarlo’. Ellos (el Profeta y sus ilustres Compañeros) fueron a visitarlo y encontraron a su padre sentado a su cabecera. El Mensajero de Dios dijo: ‘Proclama que no hay deidad merecedora de ser adorada sino sólo Dios, e intercederé por ti cuando se te llame a rendir cuentas en el Día de la Resurrección’. El joven miró a su padre, y el padre le dijo: ‘¡Obedece a Abul-Qasim (Muhammad)!’ Entonces, el muchacho pronunció: ‘No hay divinidad digna de ser adorada sino sólo Dios, y Muhammad es el último Mensajero’. El Mensajero de Dios dijo entonces: ‘Todas las alabanzas son para Dios, Quien lo salvó del fuego del Infierno’”[5].
De estos dos ejemplos de la vida del Profeta, encontramos que no es una precondición que el enfermo a ser visitado esté en las filas del Islam. Sin embargo, de estos dos ejemplos encontramos que el acto de visitar al enfermo y al que sufre, como lo ejemplificó el Profeta Muhammad, puede ser una experiencia tan emocionante y conmovedora que puede incluso curar la más fatídica de las enfermedades: la incredulidad.
“Hay un bello ejemplo en el Mensajero de Allah [de valor y firmeza en la fe] para quienes tienen esperanza en Allah, [anhelan ser recompensados] en el Día del Juicio y recuerdan frecuentemente a Allah”. (Corán 33:21)
Footnotes:
[1] Sahih Muslim.
[2] Relatado por Abu Huraira en Sahih Al Bujari.
[3] Sahih Muslim.
[4] Imam Ahmad e Ibn Hibban.
[5] Ibn Hibban
Fuente:http://www.islamreligion.com