Mario Elneser, Venezuela – II
Estaba decayendo en mi trabajo, para ese entonces trabajaba con un familiar lejano de origen libanés y él me tenia en gran estima. Un día me encontró llorando en el depósito de la tienda, ahí me desahogué y le conté toda mi vida. Él, muy tranquilamente, me escuchó. Le dije que yo no tenía perdón de Dios, que mi destino era quemarme en el Infierno y no había otra salida para mí. En ese momento, él se sobresaltó y me regañó, me dijo que eso no era cierto, que no dejara de buscar porque en algún momento iba a encontrar el camino correcto, y que Al-lah siempre perdona a Sus criaturas…Se levantó, fue hacia su oficina y me trajo unos folletos que decían: “El sendero hacia el Islam”. Pregunté qué era ese folleto y él me respondió: “Hoy puede ser el primer día del resto de tu vida; léelo y después me preguntas”. Después de leer y de darme cuenta de la lógica tan grande que tenían esos escritos, comenzamos a estudiar lo que era el Islam; alhamdulilah, Al-lah me puso frente a esta persona. Para ese momento, mi hijo estaba por nacer y yo no estaba casado con la madre de mi hijo, él me dijo que nadie es perfecto en la vida, que por eso Al-lah perdona a los que le son fieles y creen en Él. Entonces, comencé a frecuentar la mezquita; aunque no entendía absolutamente nada, me sentía en familia.
Después de unas semanas, durante un viernes, el Sheij, luego del rezo, se paró frente a todos y comenzó a hablar de cosas que no entendía (hablaba en árabe), hasta que escuché mi nombre; pensé que se había equivocado, pero me di cuenta que no cuando lo repitió por tercera vez y me miraba sonriente. Pensé que me habían descubierto, que se habían dado cuenta que yo no era musulmán y me iban a echar de la mezquita, que me iban a regañar o algo así; faltó poco para que saliera corriendo de allí. Pero mi jefe estaba parado detrás de mí y creo que me leyó la mente. Luego me hicieron pasar al frente y él me hizo repetir unas palabras en árabe que, aunque no las entendía, me estaba dando cuenta que tenían un gran efecto en mí, y que desde ese momento no iba a ser el mismo de siempre. Esas palabras eran maravillosas, eran la Shahada (el testimonio de fe), el regalo más maravilloso, después de la vida misma, que nos dio Al-lah. Después de eso, el Sheij y mi jefe se sentaron conmigo a hablarme sobre lo que había pasado y lo que había hecho. Me desbordé en llanto cuando el Sheij me explicó (en un español mal hablado) que Al-lah me había perdonado todo, que ese era uno de los primeros regalos que Dios les daba a los nuevos musulmanes; que después de la Shahada todo, absolutamente todo mi pasado se borraba, y que una nueva vida comenzaba para mí desde ese momento. Esa fue la mejor noticia que había escuchado en toda mi vida, había encontrado mi segunda oportunidad en la vida.
Después de eso, cuando llegué a mi casa la noche del día viernes, me senté a hablar con mis hermanos (somos tres hermanos varones y una niña hermosa que es la menor), comencé a contarles sobre todo lo que había leído y lo poco que sabía, y que ya no era más católico, ni brujo, ni nada; ahora era musulmán. Les conté cómo ocurrió todo y ellos me escucharon con mucha atención. Después hablé con mi mamá y le conté lo sucedido; esta vez ella no se tornó tan sorprendida, sólo me hacía preguntas que yo no podía responder por mi escaso conocimiento; pero comencé a leer, y cada vez que leía me interesaba más y más. Todo lo que leía se lo comentaba a mis hermanos y a mi mamá, sin darme cuenta estaba haciéndoles dawua (predicar el Islam). Al poco tiempo, mis hermanos aceptaron el Islam y se convirtieron en musulmanes igual que yo. Hoy en día, alhamdulilah, mi familia entera es musulmana. Lastimosamente, la madre de mi hijo nunca entendió lo que le trataba de explicar; finalmente me dejo con mi bebé gracias a Al-lah.
Actualmente, estudio en la Universidad Islámica de Medina, en Arabia Saudita, junto con mi hermano menor. Mi hijo vive con mi madre en nuestra casa en Venezuela, junto con mi otro hermano y mi hermanita. Alhamdulilah cuento con una familia musulmana, todos convertidos, y mi hijo, que nació ya siendo musulmán.
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